Las trabajadoras de casa particular, son uno de los colectivos de trabajadores, que peores condiciones han de soportar. La esclavitud del siglo XXI. Los bajos salarios son recurrentes y las condiciones laborales precarias, sin contrato, sin previsión, sin seguro de cesantía. 

 

Por Gonzalo Durán Sanhueza, Economista FundaciónSOL

 

Hace unos días fuimos testigos de cómo el Club de Golf Las Brisas de Chicureo emitía un instructivo que mandataba a las trabajadoras de casa particular a utilizar uniforme cuando están en público, a objeto de ser identificables en su condición de trabajadoras de Servicio Doméstico. El comunicado no lo decía explícitamente, pero evidentemente iba dirigido a limpiar la imagen de la composición social del club, de manera aséptica, marcando a aquellas personas que corresponden a otro estatus.

A los pocos días, y luego del juicio ciudadano, el mismo Club pidió disculpas.

Con ello, aparentemente, se da por cerrado el capítulo, pero vale la pena profundizar un poco más en las condiciones de vida y trabajo de aquellas personas tratadas como parias en los balnearios donde asiste lo más granado de la elite. El Servicio Doméstico, puertas adentro o puertas afuera, es un tipo de trabajo sobre el cuál poco se habla.

De acuerdo a la información de la Nueva Encuesta Suplementaria de Ingresos, el personal de servicio doméstico reúne a cerca de 364 mil personas, de ellas, el 97% son mujeres que corresponden – principalmente – a las llamadas «Nanas». Un 83%, trabaja puertas afuera, el resto lo hace puertas adentro.

En general hay tres modalidades: puertas adentro, puertas afuera en un mismo hogar y puertas afueras para múltiples hogares (trabajadoras que en una semana van a 4 o 5 casas). Esta última modalidad, mucho más flexible, supone tratos diarios con las y los distintos empleadores, es una relación mucho más informal. Es una modalidad se ha extendido en el tiempo e implica menor protección. Así, tan solo un 29% de las trabajadoras tiene empleo protegido (es decir, con contrato, con pago de cotizaciones previsionales, de salud y de seguro de cesantía).

La mayoría, tiene jornada de tiempo completo de 45 o más horas a la semana y sólo el 29% labora en tiempo parcial: en este grupo evidentemente hay unas que les gustaría trabajar tiempo completo (un 55%) pero no encuentran ese empleo, por lo que también hay un problema de subempleo.

El servicio doméstico, es la categoría ocupacional que menores ingresos reporta. El sueldo promedio para el año 2010 es de $142.000, es decir, un 42% del sueldo ético «a la Goic» ajustado por IPC. Además, considerando que cerca de 4 de cada 10 Nanas son Jefas de Hogar y única fuente de ingresos, la asociación con la pobreza – y a veces con la indigencia – es directa.

En el oficio de las trabajadoras de casa particular, la antigüedad no importa mucho para efectos de ingresos. Es cosa de ver lo que sucede con ese 20% del total que lleva trabajando más de 10 años para la o el mismo patrón. Son «las Nanas» de toda la vida, las queridas «Nanas», que muchas familias dicen considerarlas cómo «una más». Ellas, por trabajar jornada completa, alcanzan un sueldo promedio de $173.962 (Fuente: Fundación SOL en base a Encuesta ESI 2010). En este sentido: la trabajadora se siente como una más de la familia, pero no se sienta con la familia a comer, y no se le sube el sueldo, salvo a lo más por el IPC. Allí se desnuda la misma visión del Club de Chicureo: cerquita pero hasta por ahí no más.

Además, se debe considerar que en general, las trabajadoras de casa particular vienen de los sectores más pobres de Santiago y van a trabajar a otros dónde el estándar económico es marcadamente distinto. Deben enfrentarse al máximo contraste, y concentrarse en no hacer comparaciones, no tener resentimientos, al menos no evidenciarlos. Trabajan, fundamentalmente, en la zona oriente de la Santiago, en las comunas más acomodadas de Chile.

Las trabajadoras de casa particular, son uno de los colectivos de trabajadores, que peores condiciones han de soportar. La esclavitud del siglo XXI. Los bajos salarios son recurrentes y las condiciones laborales precarias, sin contrato, sin previsión, sin seguro de cesantía. Preocupa entonces, que habiendo pasado 20 meses en los cuales se dispone de un completísimo instrumento para observar en detalle el mundo del trabajo en Chile, la administración Piñera, se complazca únicamente con celebrar la creación de puestos de trabajo, sin señalar que una parte considerable de los puestos creados entre enero de 2010 y noviembre de 2011, 45 mil de ellos, son para trabajadoras de casa particular (y ya vimos sus pésimas condiciones laborales). Invisibilizar el problema de la mala calidad es una peligrosa práctica, propia de los patrones de fundos.

Chile es un país que se caracteriza por ser dual: de dos caras. La careta bonita es la exportable, que nos vende como un país próspero, que avanza rápido al desarrollo, un país dónde llegan los capitales extranjeros y dónde la pobreza es cada vez menor. El lado B, es el lado de quienes hacen el trabajo duro, desde abajo, para sostener la fachada.